martes, 30 de noviembre de 2010

Ireht

Hola Ana, en primer lugar quería decir que me alegra que dediques tu trabajo y tu tiempo en iniciativas como esta, tratando temas que suscitan tanta polémica como es el canon de belleza femenino y desde un punto de vista tan íntimo, como es la manera en la que influye en la psicología y vida de nosotras, las “afectadas”.

En mi caso, soy una mujer de 22 años, estudio en la universidad , me considero actual y como no, me preocupo por mi imagen. Mi cuerpo me agrada, creo que eso es un factor esencial que me permite llevar una vida feliz no por el hecho de tener un cuerpo que guste más o menos, sino porque lo acepto y considero elemento fundamental que me define. Sin embargo, mi relación con mi cuerpo no ha sido siempre tan fácil.

Hace un año padecí una enfermedad de la piel llamada “Pitiriasis rosada de Gilbert”, no tiene graves consecuencias sin embargo el aspecto de la piel del paciente es… muy desagradable a la vista. Era verano, no le di más importancia a las dos primeras ronchas hasta que en pocos días se comió toda mi piel, incluido rostro, palma de las manos y pies, el picor era insufrible. ¿Cambió esto mi relación con los demás? Inevitablemente sí. Entre otras cosas, me vieron 4 especialistas antes de dar con lo que me pasaba y el tratamiento indicado era el erróneo, eso hacía que las ronchas supurasen y de paso, que los demás no pudieran evitar lo que les repugnaba verme.

Mi cuerpo en ese momento estaba debilitado por otra cuestión: ansiedad como consecuencia de una depresión. Finalmente todo es una cadena, sufría ansiedad y eso debilitaba mis defensas, y esto facilitó que el virus atacara mi cuerpo. Mi aspecto era lamentable y la pitiriasis sólo empeoraba mi estado anímico.

Sin embargo tenía dos opciones, salir a la calle con ropa de verano y asumir que iba a impresionar a la gente por la enfermedad de mi piel, o evitar mi vida social y esperar a que todo ello terminase (cosa que no sabía si iba a ocurrir). Elegí la segunda opción, pero fue el mismo cansancio de verme desganada lo que hizo que un buen día me pusiera mi ropa más descotada y decidiera salir a la calle guapa y con pitiriasis.

Esa enfermedad alteró mi aspecto físico y consiguió como consecuencia alterar mis conductas, estado de ánimo y mi manera de relacionarme, me estaba limitando más allá de mi propia piel. Hasta que decidí asumirla como un proceso de mi cuerpo y que en ese momento incluso esa enfermedad me pertenecía, y hablaba de mi de un modo positivo en el momento que decidí exponerla a los demás y mostrarme con ella.

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